lunes, 24 de septiembre de 2007

Fragmento de "La nueva moral sexual", de Alexandra Kollontai

Alexandra Kollontai fue una socialista rusa nacida en San Petersburgo en 1872. Participó en la Revolución Rusa y formó parte del gobierno de Lenin como Comisaria del Pueblo para la Asistencia Pública". Para Kollontai, un orden más justo requería un profundo cambio en hombres y mujeres. El siguiente fragmento está extraído de "La nueva moral sexual":
El matrimonio legal tiene en su base dos principios que lo envenenan y que afectan de igual forma a varones y mujeres. Estos principios son la indisolubilidad del matrimonio y la idea de propiedad respecto al cónyuge. La indisolubilidad del matrimonio que "se funda en la idea contraria a toda ciencia psicológica de la invariabilidad de la psicología humana en el curso de la vida" (29), impide que el alma humana se enriquezca con otras relaciones amorosas. Esto es tanto más grave en tanto que, como señalara Meisel Hess, "un corazón sano y rico capaz de amar, no es un pedazo de pan que mengüe a medida que nos lo comemos". Por el contrario, el amor es una fuerza creadora, que aumenta a medida que se prodiga. Por otro lado, el matrimonio legal se muestra capaz de estrangular la relación más apasionada. La idea de propiedad respecto al otro lleva a estrechar la vida en común hasta tal punto que "hasta el amor más ardiente se convierte en indiferencia". Y tampoco enriquece el alma humana en cuanto que no requiere "sino pocos esfuerzos psíquicos para conservar al compañero de vida, ligado por cadenas externas".

2 comentarios:

Ashep dijo...

No estoy del todo de acuerdo con la concepción de la pareja como una propiedad del cónyuge. Quizá en la época de la camarada Kollontai fuera así, pero hoy en día el "tú eres mía" se ha transformado en un "lo que tú haces es sólo para mí".

Importa menos la propiedad del otro que la exclusividad de sus servicios.

¿Por qué han de ser éstos exclusivos? Hay muchas razones sociológicas, psicológicas y antropológicas, pero todas pueden resumirse en una: el miedo a perder eso que creemos que nos completa. Lo creemos falsamente, claro.

Nada ni nadie nos hace ser seres completos, excepto la aceptación de que jamás lo seremos. Aceptar eso sólo está al alcance de unos pocos seres humanos de cada generación, así que los demás estamos condenados a entregarnos en exclusividad a cambio de que alguien nos ayude a creernos nuestra propia mentira.

La vida es un sueño del que nos despertamos (o nos despiertan) de vez en cuando. Estar despierto es insoportable (creo que entre los presentes hay un ex-insomne que podrá dar fe de esto). El truco está en aprender a dormirse otra vez lo más rápidamente posible.

Calamidad Ambigua dijo...

Hoy en día el matrimonio sirve para menguar las retenciones fiscales y para que tu madre te deje en paz. Hoy es opcional, disoluble, nadie es de nadie, y de quién es el corazón de cada uno un contrato nunca lo puede determinar.

Un cordial saludo.